El calado y la roseta son las dos técnicas artesanales más empleadas en las Islas Canarias. El primero es un bordado, consiste en ir deshilando una tela tensamente sujeta a un bastidor de madera mientras que la roseta consiste en formar dibujos con hilos, que se van cruzando entre alfileres puestos en un pequeño soporte circular de trapo.
El encaje de Tenerife es un encaje de aguja, llamado así por su lugar de origen, es decir, la isla de Tenerife, la isla más grande de las Islas Canarias. Aquí se llama «Roseta», y está hecho sobre una pequeña almohada que lleva el nombre «piqué».
Se extendió en España en los siglos XVI y XVII bajo el nombre de «Soles» (encaje-sol): se hizo con hilos de seda, lino o algodón.
El procesamiento es muy simple, sobre una base de cartón rígido, caucho, celuloide, madera o metal, se crean formas que pueden ser redondas o cuadradas al pasar los alambres sobre los dientes sobresalientes. Luego, los hilos se detienen de varias maneras con la aguja, dependiendo de la fantasía del encaje. En la antigüedad se usaba como soporte también una almohadilla hecha como un alfiletero redondo, la cubierta superior era de cuero o cuero muy grueso y la circunferencia estaba rodeada por alfileres que apuntaban uno cerca del otro, donde se enganchaban los hilos tensos.